miércoles, 23 de mayo de 2007

soñar en cautiverio

Cuánto se nos va de vida en los trabajos de oficina. Horas y horas sentados, cúmulos de estrés, de presión, de ocio, de soñar en cautiverio. Horas de comida, los “pendientes”, las “incidencias”, “enlace de llamadas”, los “oficios”, “acuse de recibido”… No se si reírme o compadecer el sistema. Pensar que de eso ya soy parte. Pensar que tantas personas hacen de estos conceptos su lenguaje común, su razón de ser, de luchar, de creerse útiles en esta vida a la que alguien le estampó el estigma de “productiva”… y muchos más se lo creyeron como una misión. Me da tanta hueva que a casi media década de trabajar así, sólo puedo explicarme que he sobrevivido a esto justamente por esa indiferencia que me permite no tomarlo tan en serio. Pero definitivamente no me es suficiente para sentirme en el lugar adecuado. Hay una alabanza al sistema, que nos arrastra y nos quiere tan serviles, cómo si todos fuéramos iguales, como si sólo soñáramos en escribir correctamente la “orden del día”, cómo si sólo sirviéramos para eso. Qué equivocados estamos al creerle. Pero hay que proveer, hay que trabajar, hay que comer y eso justifica todo, por más que alguien reaccione, por más que no esté de acuerdo. El sistema me absorbe y se ríe de mi arrogancia, pero a fin de cuentas se la pela. Aunque me etiquete, me señale o me persiga, siempre se la pela, aunque sea yo el que se la pele (por ahora). Cuánto se nos va de vida en los trabajos de oficina.

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